Page 12 - index
P. 12

MENSAJERO:
                        ¿Me permitirás decir una palabra, o tendré que retirarme sin decir nada?

                        CREONTE:
                        ¿No sabes ya cuán insoportables me resultan tus palabras?

                        MENSAJERO:
                        ¿Es que ellas muerden tus oídos o tu corazón?

                        CREONTE:
                        ¿Por qué quieres precisar el lugar de mi dolor?

                        MENSAJERO:
                        El culpable aflige tu alma; yo no hago más que ofender tus oídos.

                        CREONTE:
                        ¡Ah! ¡Qué insigne charlatán has salido desde tu nacimiento!

                        MENSAJERO:
                        Por lo menos no he sido yo quien ha cometido ese crimen.

                        CREONTE:
                        Pero, ya que por dinero has vendido tu alma...

                        MENSAJERO:
                        ¡Ay!  ¡Gran  desgracia  es  juzgar  por  sospechas,  y  que  las  sospechas  sean
                        falsas!

                        CREONTE:
                        ¡Vamos! ¡Ahora te vas a andar con sutilezas sobre la opinión! Si no me traéis
                        a  los  autores  del  delito,  tendréis  que  reconocer,  a  no  tardar,  que  las
                        ganancias que envilecen causan graves perjuicios.

                        MENSAJERO:
                        ¡Sí; que se descubra al culpable ante todo! Pero que se le coja, o que no,
                        pues es el Destino quien lo decidirá, no hay peligro de que tu me veas jamás
                        volver  por  aquí,  y  ahora  que,  contra  toda  esperanza  y  contra  todos  mis
                        temores, logro escapar, debo a los dioses una gratitud infinita.

                        (El GUARDIÁN se retira.)

                        CORO:
                        Numerosas  son  las  maravillas  del  mundo;  pero,  de  todas,  la  más
                        sorprendente es el hombre. El es quien cruza los mares espumosos agitados
                        por el impetuoso Noto, desafiando las alborotadas olas que en torno de él se
                        encrespan y braman. La más poderosa de todas las diosas, la imperecedera,
                        la inagotable Tierra, él la cansa año tras año, con el ir y venir de la reja de los




                                                                                                                  12
   7   8   9   10   11   12   13   14   15   16   17