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CORIFEO:
                        Los siete jefes apostados ante las siete puertas, enfrentándose con los otros
                        siete,  dejaron  como  ofrenda  a  Zeus,  victorioso,  el  tributo  de  sus  armas  de
                        bronce.  «Todos  huyeron,  salvo  los  dos  desgraciados  que,  nacidos  de  un
                        mismo padre y de una misma madre, enfrentando una contra otra sus lanzas
                        soberanas, alcanzaron los dos la misma suerte en un común perecer.

                        CORO:
                        Pero Niké, la gloriosa, llegó y pagó en retorno el amor de Tebas, la ciudad de
                        los numerosos carros, haciendo que pasase del dolor a la alegría. La guerra
                        ha terminado. Olvidémosla. Vayamos con nocturnos coros, que se prolongan
                        en la noche, a todos los templos de los dioses; y que Baco, el dios que con
                        sus pasos hace vibrar nuestra tierra, sea nuestro guía.

                        CORIFEO:
                        Pero  he  aquí  que  llega  Creonte,  hijo  de  Meneceo,  nuevo  rey  del  país  en
                        virtud  de  los  acontecimientos  que  los  dioses  acaban  de  promover.  «¿Qué
                        proyecto  se  agita  en  su  espíritu  para  que  haya  convocado,  por  heraldo
                        público, esta asamblea de ancianos aquí congregados?

                        (Entra CREONTE con numeroso séquito.)

                        CREONTE:
                        Ancianos, los dioses, después de haber agitado rudamente con la tempestad
                        la ciudad, le han devuelto al fin la calma. A vosotros solos, de entre todos los
                        ciudadanos, os han convocado aquí mis mensajeros porque me es conocida
                        vuestra  constante  y  respetuosa  sumisión  al  trono  de  Layo,  y  vuestra
                        devoción a Edipo mientras rigió la ciudad, así como cuando, ya muerto, os
                        conservasteis  fieles  con  constancia  a  sus  hijos.  Ahora,  cuando  éstos,  por
                        doble  fatalidad,  han  muerto  el  mismo  día,  al  herir  y  ser  heridos  con  sus
                        propias  fratricidas  manos,  quedo  yo,  de  ahora  en  adelante,  por  ser  el
                        pariente más cercano de los muertos, dueño del poder y del trono de Tebas.
                        Ahora bien, imposible conocer el alma, los sentimientos y el pensamiento de
                        ningún hombre hasta que no se le haya visto en la aplicación de las leyes y
                        en  el  ejercicio  del  poder.  Por  mi  parte  considero,  hoy  como  ayer,  un  mal
                        gobernante  al  que  en  el  gobierno  de  una  ciudad  no  sabe  adoptar  las
                        decisiones más cuerdas y deja que el miedo, por los motivos que sean, le
                        encadene la lengua; y al que estime más a un amigo que a su propia patria,
                        a ése lo tengo como un ser despreciable. ¡Que Zeus eterno, escrutador de
                        todas las cosas, me oiga! Jamás pasaré en silencio el daño que amenaza a
                        mis ciudadanos, y nunca tendré por amigo a un enemigo del país. Creo, en
                        efecto, que la salvación de la patria es nuestra salvación y que nunca nos
                        faltarán amigos mientras nuestra nave camine gobernada con recto timón.

                        Apoyándome  en  tales  principios,  pienso  poder  lograr  que  esta  ciudad  sea
                        floreciente;  y  guiado  por  ellos,  acabo  hoy  de  hacer  proclamar  por  toda  la
                        ciudad  un  edicto  referente  a  los  hijos  de  Edipo.  A  Etéocles,  que  halló  la




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