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Fue tanta la emoción del hallazgo que no se acordó del
momento grandioso que significa para los cristianos el
día de Viernes Santo. Tampoco se fijó en el momento
sagrado de la pasión de Cristo. Salió con su escopeta y
su perro en busca de la presa. Ya el animal había
avanzado unas cuadras hacia el manantial. El cervatillo
al verse acosado paró las orejas y sequedó inmóvil,
como esperando la actitud del hombre. Este al verlo
plantado le disparó, pero en ese mismo instante el
animal huyó.
Perro y amo siguieron las pistas, lo alcanzaron y, al
dispararle de nuevo, se realizaba el mismo truco. El
afiebrado cazador no medía ni el tiempo, ni la distancia.
Seguía... seguía... cruzaba llanos, montañas, cañadas,
colinas, despeñaderos, riscos y sierras. Llegó por fin a la
montaña cuando las tinieblas de la noche dominaban la
tierra.
La montaña abrió sus fauces horripilantes..! El cazador
penetró... y nunca más volvió a salir de ella. Dicen que
la montaña lo devoró.

