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En aquel caserío tenían una capilla donde celebraban las
ceremonias más solemnes del calendario religioso. Tenía
unas ventanasbajas y anchas que dejaban ver el panorama y
para que el aire fuera el purificador del ambiente en las
grandes festividades.
Llegó la celebración de la Semana Santa. Los fieles
apretujados llenaban la capilla, oyendo con atención el
sermón de "lassiete palabras". Los feligreses estaban
conmovidos. Reinaba el silencio... apenassepercibían los
sollozos de los pecadores arrepentidos y los golpes de pecho.
Allí estaba el cazador, en actitud reverente, uniendo sus
plegarias a las del Ministro de Dios, que en elocución
persuasiva y laudatoria hacía inclinar las cabezas
respetuosamente.
De pronto, como tentación satánica, entró un airecillo que le
hizo levantar la cabeza y mirar hacia la ventana. Por ella vio,
pastando en el prado, un venado manso y hermoso. Que
maravilla! Esto era como un regalo del cielo! estaba a su
alcance... a pocos pasos de distancia. Rápido salió por entre
la multitud en dirección a su cabaña.

