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CREONTE:
¡Que llegue, que llegue cuanto antes el más deseado de mis infortunios
trayendo el fin de mis días! ¡Que venga!, ¡que llegue, que llegue para que no
vea brillar otro nuevo día!
CORIFEO:
Estos votos conciernen al futuro; ahora es del presente del que debemos
preocuparnos. Dejemos al cuidado de aquellos que de ello tienen que
cuidarse, lo demás que ha de venir.
CREONTE:
Pero lo que deseo es lo que en mis súplicas pido.
CORIFEO:
Por el momento no formules ningún voto, pues ningún mortal podrá escapar
a las desgracias que le están asignadas por el hado.
CREONTE:
Llevaos, pues, y muy lejos, al ser insensato que soy; al hombre, que, sin
quererlo, te hizo morir, ¡oh hijo mío, y a ti, querida esposa! ¡Desgraciado de
mí! No sé hacia quién de estos dos muertos debo dirigir mi vista, ni a dónde
he de encaminarme. Todo cuanto tenía se ha venido a tierra y una inmensa
angustia se ha abatido sobre mi cabeza.
(Se llevan a CREONTE.)
CORO:
La prudencia es con mucho la primera fuente de ventura. No se debe ser
impío con los dioses. Las palabras insolentes y altaneras las pagan con
grandes infortunios los espíritus orgullosos, que no aprenden a tener juicio
sino cuando llegan las tardías horas de la vejez.
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